HEREDARÁS LA TIERRA

Un abrazo vecinos de la otra huévar.

Casi sin darme cuenta,en esta asidua peripecia de atreverme tímidamente a escribir, para luego asomarme por esta imaginaria ventana, expresamente orientada hacia las mejores vistas que sin duda ofrece mi otra Huévar, he recuperado algunas sensibilidades perdidas desde la añoranza a tiempos mejores, desde los recuerdos anclados a las vivencias fugaces e inseguras del pasado, desde la espesura de la memoria nebulosa y entrecortada que fragua pasaje a pasaje, la conciencia irrenunciable que a veces nos arrastra al sentimiento de ignorancia ante las dudas más nobles, frente a inexplicables razones, bajo la sabiduría del pueblo jamás escrita.

Ahora casi de repente sí puedo responderos, que las lágrimas de los hombres son saladas, porque añoran incoscientemente la libertad que les brinda la imagen del mar abierto, sin más límite que la línea azul que marca el horizonte allí donde la vista ya confunde el océano infinito con la bóveda celeste. Ahora entiendo el porqué ese sentir terrenal al hundir mis manos en la arcillosa y caliza mezcla, que abre las hendiduras de la bendita labranza que prepara, minuciosamente, la tierra rojiza para obrar el milagro de la cosecha parida por la tierra, anudada al trabajo del hombre y a la oportuna lluvia  por las simientes agradecida. Ahora, ya sueño con poder alcanzar el sentimiento de ternura que desprenden los abuelos al recibir a sus nietos, cautivado en las caricias más sinceras, que  no pudieron brindar a sus hijos porque la vida les marcó un paso recio y esclavo de marqueses y señoritos, de faenas de sol a sol, de mulos y carromatos.Y ahora que a su vez envidio la candidez y bondad más pura albergada en esos niños, que perciben por instinto la necesidad de obediencia agradecida a sus mayores, por ser parte del milagro de la vida de haber nacido humanos además de seres vivos.

Ahora, que paseo apesunbradamente por los caminos de Huévar donde ya no crecen los palmitos, adornando las veredas y enredados entre el tomillo silvestre y las alfombras de manzanilla y poleo, tan arómaticas como temerosas a las pisadas firmes del hombre y la hambruna rumiante del ganado.

Ahora que recuerdo las frondosas y elípticas sombras de los eucaliptos que encumbraban la estación, asesinadas un día cualquiera con la celeridad de los trenes que nunca más volvieron a parar, frente a otro crimen perpetrado al derruir el añorado y coqueto apeadero. Imagino cuantos besos robados a las mozas indecisas, al amparo de las noches calurosas bajo la humedad del eucalipto, cuantos secretos talados y ya nunca más repetidos, cuanta historia impregnada a los anillos concéntricos de esa madera que arrancaron para robarnos una parte de nuestras vidas.

Los pueblos que renuncian a su memoria pierden soslayadamente su esencia. La dejadez en manos torpes y consentidas, guiadas por la ambición esquizofrénica, arrasan la memoria colectiva para instaurar un régimen a su antojo moldeado. Dejarán algunos de sus anacrónicos caprichos terminados, pero qué poco quedará de la otra Huévar sabia, indeleble, histórica, arraigada y bien nacida.

Pervive grabado en mi reciente memoria, un paseo perdido por hectáreas de labranza acompañando al abuelo propietario con un revoltoso nieto…AGÜELO TOESTO ESTUYO? Le preguntaba el muchacho…AGÜELO PERO TU ERES RICO? Le insistía…NO MI ARMA…MUCHO DINERO NO TENGO….le respondió rodilla en tierra, mientras con sus manos destripaba un terrón todavía húmedo y enraizado, intentando percibir entre la tierra arcillosa el apellido que los  había llevado hasta ese sitio…HEREDARÁS LA TIERRA… Le contestó, oteando los lomos abiertos del terreno afanosamente labrado, con los ojos cristalinos y el pelo revuelto por el viento de solano….

Luego de vuelta, ya solo, también me detuve a contemplar mi Huévar. Y me di cuenta que allí donde brotaban los palmitos, desde hace ya mucho solo crecen las malas hierbas, los jaramagos y otras plantas venenosas y amargas como la hiedra…Sentí que el aroma del poleo silvestre se ha cambiado por el alpechín de la balsa, de lo que ellos llamaban crecimiento, solo perdura el olor nauseabundo del estiércol, con el que quieren enterrar muchas cosas de la otra Huévar…Heredarás la tierra…le decía el abuelo al nieto, y mientras yo también descorazonaba un terrón reseco entre mis manos, me preguntaba: donde estará la de nosotros? Que quedará de las tierras de Huévar? Miro fábricas y guadiales y me pregunto: Cuánto ladrillo a cambio de nada? Quien se llevó esa riqueza? Heredarás la tierra, murmuraba.. pero qué tierra? Si ya no queda nada… El Patrimonio expoliado, y el futuro hipotecado…..Pero que le ha pasado a mi Huévar? Me digo mientras sigo desgranando la tierra entre mis manos, y encuentro los apellidos de los que hicieron mucho por sembrar las malas hierbas, arrojar el estiércol, malvender los terrenos y perfumarnos de alpechín a cambio de nada.

Añoramos la libertad marinera que a veces nos provoca las lágrimas saladas por lo que pudo ser y no ha sido, pero sentimos el mar cada vez más lejos,y nos refugiamos en la única orilla libre, que desemboca en la otra Huévar….

Heredarás la tierra? No, valiente, Heredarás las deudas, heredarás lo oscuro, heredarás la nada, heredarás la hiedra…